miércoles, 16 de mayo de 2012

Infinito, finito.

   

    Infinito. Ese símbolo que usan muchas parejas para definir su amor, que luego no es más que un simple símbolo, para ellos representa lo que intentan definir con todas sus almas.
El símbolo de su pasión.
Esta entrada no es para adorar al amor, ni para meterme con él. Solo será para dar una opinión subjetiva de mi forma de pensar sobre el amor.

    No creo en el amor, ya lo he dicho muchas otras entradas. Para mí ese símbolo, el del infinito, significa no el principio, ni el intermedio, significa el fin de todo.
Porque todo tiene un final.
A veces es agradable que acabe todo, dejarse llevar por las frías aguas de la inconsciencia. Otras, sin embargo no. No puedes dejar, no puedes dejar que el fin de todo lo que has sentido, creído y demás te lleve por el camino de la amargura. ¿Que está con otra?
Bueno, ella es porque quiere las sobras, tú lo has tenido para ti sola, eres la primera, algo que esa zorra no es. Y aunque se diga muchas veces a sí mismo que no te quiere, en el fondo si ha podido estar contigo todo ese tiempo es porque algo sí que siente.

     Lo que odio de las relaciones es el final, ver como el infinito pierde una i y de un amor eterno, se convierte en un perido de tiempo muy feliz para ambos. Ver como una relación de hace millones de años se va a pique por gilipollas de la vida. No creo que haya un final feliz en estos amores que vivimos tan intensamente, como si fueramos los primeros en enamorarse y en tener a tu media pareja.

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