martes, 19 de junio de 2012

Dulce niña de papá.

   Duerme, no pienses en las cosas malas que tiene la vida. No a la hora de dormir. No para una niña tan pequeña.
El mundo de los sueños es propio, nadie puede entrar. Allí te refugias, puedes sonreír sin tener que forzarlo. Tu risa lo impregna todo; dulce, risueña. Una sonrisa capaz de hacer florecer los agrestes campos después de un seco invierno.

   No hay monstruos, ni peligros. Así que bailas por allí al son de las mariposas, con su dulce vuelo. Vuelves a reír y tu risa hace brillar de nuevo los campos. El viento hace acto de presencia, añade cierta nota disonante, pero es melodiosa y agradable, todo a la vez.

   Un sueño feliz, divertido, inocente.
   
    Pero un sueño, al fin y al cabo.

    Lo peor es verla despertar de ese mundo sin peligros y cerla afrontar con decisión el mundo real. No poder protegerla de todos los peligros, consolarla cuando la pasa algo malo. Duele ver xomo una niña pequeña es culpa de eso, de ver lo mal que está la vida. Que tenga que sufrir por los problemas de las personas mayores, que salen impunes.


 


   Pero es lo que toca.

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