domingo, 17 de junio de 2012

Cuando los sueños no llegan, los llamo.



  Un barco donde navegar. Quiero eso. Poder navegar sin fin, sin descando, sin preocupaciones. Donde la única regla es no caerse por la borda. Donde la única diversión consiste en saber si de verdad habrá un enorme catarata y sea allí donde el mundo finalice, como se dice en tantas leyendas de esas.
Y caer... caer infinitamente, eso también tiene que estar interesentante. 
Notar ese eterno cosquilleo en el estómago, como cuando estás enamorado, pero mejor todavía.  
  Si no hay esa catarata tan fantástica, me conformo solo con navegar y sentir el viento y el olor a salitre del mar. Las noches cálidad con el suave sonido del motor de fondo.
Olvidarse de todo simplemente intentar ser otra persona, a la que los problemas resbalan como el aceite. 
No poner nunca delante a las personas desconocidas que no demuestran nada, solo a las personas conocidas que lo demuestran día tras día.
Quizá no lo pueda conseguir, pero yo tengo esa esperanza, la de poder seguir mi camino al fin.
Pero, no es seguro, solo sé que debo navegar, hasta el final, sin importar, todo lo que pase en este sinuoso camino.

Lo que tengo claro es que no quiero ser un barco anclado sobre un río tormentoso.

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