lunes, 6 de agosto de 2012

Las cosas siempre pueden cambiar.

    Incluso en las vidas más oscuras, siempre hay un arcoiris.

    Él estaba solo, tumbado en la cama de su oscuro cuarto. Aunque no lo quiera reconocer, había estado llorando. Todo le sale mal, todo. Se esfuerza en ser el mejor y por una broma cruel del Destino, siempre pasa algo que lo tuerce de la forma más horripilante que pueda imaginar. No se explica qué ha podido hacer él para sufrir así. Simplemente tiene 15 años recién cumplidos, no ha vivido nada, ni un tercio de la vida que le queda y ya está sufriendo. Se pasea por la habitación, pegando golpes a la pared. Mira sus manos ensangrentadas, pestañea entre un mar de lágrimas y sudor. Maldice por lo bajo. Está más que harto de todo. Va al baño y empieza a buscar con demasiada insistencia. Finalmente encuentra lo que ha estado buscando todo ese rato; una cuchilla. Vuelve sobre sus pasos a su habitación. Piensa que sabe lo que hace. En realidad es todo lo contrario. Fugazmente mira por la ventana. Parece hecho justo para él, quizá sea así. ¿Quién sabe? Y tira la cuchilla a un lado, sale a la calle, bajo la lluvia. Se empapa enseguida, pero le da igual. No puede dejar de mirar hacia arriba, y sonríe como no ha sonreído en siglos. O eso le parece. La lluvia se lleva el restro de las lágrimas y el sudor al alzar el rostro hacia el cielo, donde se encuentra un arcoiris, iluminando el mal día que hacia hace unos segundos.

 
    Es increíble lo rápido que cambian las cosas en pocos segundos. Hace un minutos exacto estabas planeando tu propia muerte y ahora... Ahora sabes que por muy putas que las puedas pasar, en fondo del túnel siempre habrá algo de luz que alivie el dolor de tus heridas.

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