viernes, 2 de marzo de 2012

Confianza.

La confianza mutua. ¿Cómo empiezo?
Ah, sí. Se supone que la confianza es contarle algo a una persona y esperar, más bien rezar, para que esa persona no lo diga si no quieres. ¡Vaya, que cosa tan rara!
Diréis, claro, por qué no hay confianza. La gente ya no confía en nadie, y si confías descubres que no se puede, y despiertas de ese sueño tan bonito a hostias limpias.

Otra cosa que es la confianza es cuando tú estás con alguien. Esperas que esa persona te quiera y te respete como te mereces.
Luego llega un día en el que te das cuenta que o te engaña, o está enamorado de otra persona o no te quiere, simplemente eso. No te quiere.
¿Hay algo que duela más? ¿Descubrir que esa persona no te quiere no es de por sí bastante dolorso para que dejes de confiar en las personas?

Desde luego muchas personas lo hacen. Yo lo hago. Tú lo haces y así hasta quizá el infinito. Necesitamos creer quizá que alguien sí que nos da la confianza que nosotros perdimos por culpa de alguien.
Y vueles otra vez a confiar, amas con fuerza, cuentas secretos confiada... Y quizá, sólo quizá una de cada cuatro personas encuentran de verdad alguien que no le falla. Las otras tres restantes siguen luchando por conseguirlo.
¿Lo consiguen?

No lo sé, solo queda pensar que sí. Es muy dura la vida si no confías en alguien, creo. Yo confío en ciertas personas, pero si me dieran la espalda, o como estoy dicendo en esta entrada, me hicieran perder la confianza en la personas...
Creo que no podría superarlo.

Está en mi naturaleza no confiar de la gente, y cuando confío me agarro con desesperación a la vaga esperanza de que de verdad les importe. Me equivoco, claro está, como todos. Pero no pierdo la esperanza -como casi todos los que sienten indentificados con esta entra- de encontrar a alguien o más de uno que de verdad les demuestren que sí que se merecen sonreír y vivir la vida como si fuera el último día que van a despertar.

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