lunes, 15 de octubre de 2012

A veces tragarse las lágrimas no es la mejor solución de todas.

    Ella está sentada en su cuarto, contemplando fijamente el atardecer. Una lágrima solitaria cae en la mesa. Rápidamente, ella se la quita con gesto impaciente. Intenta no llorar más mientras pestañea con muchísima rapidez para disipar las lágrimas, que amenazan con emerger de nuevo.
    Ahora mismo, no tiene mente para nada: solo para él. Él se fue, se niega a quererla. No le da otra oportunidad. Y ahora ella se limita a arrastrarse como un alma en pena. Y yo, pienso que se equivoca actuando así. Se lo he dicho, pero ella, como si oyese llover. Sé que en el fondo, sabe que podrá recobrarse, que tiene la fuerza y entereza necesaria para superarlo. Lo que pasa que ahora mismo no anda en su mejor momento. De nada va a servir todo lo que le digamos la gente que la queremos. Seguirá pensando cosas horribles y querrá morir.
    Odio la sensación de impotencia que me da verla así y no poderla consolar con las palabras adecuadas, ni darle una buena dosis de helado para que sonría un poco. Conformame con llamarla y saber si está bien me es tan simplemente poco... Pero la vida a veces se pasa de cruel, y separa a gente que debería de estar junta, más cuando esas personas lo están pasando mal.
     Es tan injusto...
     Pero tengo la esperanza de verla levantarse sonriendo, como hace casi siempre y que vuelva a ser la chica risueña, soñadora e imaginativa que conocí hace ya tiempo.



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