lunes, 7 de enero de 2013

Frenesí.


   Corría descalza por el suave césped. La luz irradiabla de forma bastante agradable sobre su pálida piel. Detrás suya alguien corría casi a la misma velocidad que ella. Aceleró. En el fondo sabía que no había nada que temer. El desconocido que la seguía aumentó la velocidad, listo para alcanzarla. Finalmente chocaron, entre risas, muchas risas. Él se inclinó dulcemente sobre ella. "Me va a besar" pensó mientras alzaba el mentón, dispuesta a devolvérselo. Pero él se apartó, riendo, como siempre.
   Molesta se levantó, y, de un salto trepó por su espalda. Él mientras, forcejeaba, riendo como nunca. Las carcajadas se repetían en el eco del campo. Dulces, sinceras.
    Al final los dos calleron al césped, húmedo por el rocío. Tumbados sobre la hierba pasaron horas y horas. Hablaban, reían, se besaban... Se amaban. Se amaban como solo pueden hacerlo dos adolescentes. En su propio mundo especial. Sin preocupaciones. Sin miedos. Todo tan sencillo como el respirar.

Pero esas cosas, solo pasan en los cuentos.   

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