martes, 20 de noviembre de 2012

Y ahora es cuando yo me pregunto si mereció la pena.

    Me paso noches enteras sin dormir, soportando como puedo las pesadillas que me acosan días tras día. Después de una noche en vela, me toca ir al instituto como si tal cosa y atender a las lecciones mientras lo que más quiero es dormir. Cuando llego a casa estoy tan derrotada que casi no me concentro para estudiar, pero aún así estudio, porque sé que es eso lo correcto. Ahora bien. ¿De verdad merece la pena? ¿De verdad merezco yo la pena?
    Sí, se podría decir que esto es una media reflexión sobre mí misma, aunque no lo he pretendido, por lo menos no al principio, surgió mientras escribía. El hecho de mis pesadillas es tan repetitivo que debería de aburrirme, pero no lo hacen. Es ese miedo a que me alejen de mis seres queridos, escasos pero importantes, lo que me tanto me aterra y se reflejan en ellas. Me da igual el cariz que tomen al principio, la conclusión es obvia: si me los quitan yo me quedo sola y perdida, sin saber qué hacer en el mundo. En ese momento justo es cuando me despierto chillando y mi madre viene a decirme que todo está bien, pero no lo está. Nada está bien. Nada.


    En fin, seguiré igual después de desahogarme, porque los promeblas siempre vuelven.




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